Erradicar la pobreza extrema y el hambre es el primer objetivo de Desarrollo del Milenio y está en sintonía con el lema de la campaña de 2009 de Manos unidas: “Combatir el hambre, proyecto de todos”.
Según informes de la FAO, en 2008 las personas que pasan hambre han aumentado a 923 millones de los que 907 habitan en países en desarrollo.
¿Qué está pasando para que, en un mundo cada vez más rico y con cosechas más abundantes, haya aumentado el número de personas que pasan hambre? ¿Qué puede pasar si no ponemos soluciones?
La causa del hambre está en las políticas de desarrollo equivocadas promovidas por los países ricos, la corrupción política o económica; las leyes de comercio internacional injustas; las deudas externas y los modos de afrontarlas; las situaciones de conflicto o violencia permanente a causa de la lucha por la explotación y dominio de los recursos naturales; la marginación familiar y social de la mujer, entre otras, son algunas de las causas profundas que pueden identificarse como provocadoras de la miseria y el hambre.
La crisis alimentaria se debe a tres causas: el crecimiento de la demanda asiática y el cambio de hábitos alimenticio, el incentivo político hacia la producción de agrocombustibles y la especulación financiera con los alimentos.
Pero, acabar con el hambre no es cuestión de producción: actualmente, se producen alimentos para el doble de la población. El problema estructural es la falta de acceso a los recursos de producción y a los alimentos de 923 millones de personas. Si los dones de la tierra son acaparados o distribuidos de manera injusta, entonces, se inicia un círculo perverso de pobreza. Cuando hombres y mujeres no disponen de lo suficiente para comer, estarán enfermos, no podrán cuidar a sus hijos, que también enfermarán, no podrán trabajar, ni enviarán a su prole a la escuela. Cuando las personas no pueden desarrollar sus capacidades y, en consecuencia, no tienen oportunidades de mejorar, el círculo de pobreza se repite generación tras generación.
Carecer de los alimentos daña la dignidad de las personas. Acapararlos, especular financieramente con ellos o malgastarlos daña la dignidad propia y las personas privadas de ellos.
El hambre es la violación de un derecho fundamental: el derecho a la vida y a una existencia digna. Toda persona tiene derecho a saber que va a comer, frente a no saber si va a poder comer.
Ponernos de parte de los más excluidos, exige optar por una economía de solidaridad y un consumo responsable que es fundamental en la lucha por la justicia. Se trata, en general, de proteger el desarrollo de las personas en su propio ámbito de manera que no se sientan obligados a buscar la subsistencia en entornos de exclusión, migración forzosa o trabajo esclavo.
Manos Unidas invita a cada persona a asumir su propia responsabilidad en la construcción de un mundo mejor. Todos podemos comprometernos tratando de convertir el egoísmo en solidaridad, la insensibilidad en compasión, la ignorancia en conocimiento de la realidad, la indiferencia en conciencia responsable.
Así, entre todos lograremos transformar: las tierras áridas en campos de cultivo, el agua en salud y en alimentos, el analfabetismo en conocimiento de los propios derechos y el descubrimiento de las propias posibilidades, el desempleo en iniciativas de economía solidaria. El compromiso de todos es acabar con la miseria que provoca la muerte de tantos millones de personas que esperan nuestra respuesta por eso como dice el lema de esta campaña: combatir el hambre es proyecto de todos.
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