lunes, 13 de febrero de 2012

- Si quieres, puedes limpiarme. Mc1, 40


Aún resuena el eco de la súplica que dirige el leproso a Jesús en el evangelio de este domingo: depende de tu voluntad el hecho de que yo sane, sólo y exclusivamente de un acto voluntario tuyo.

He ahí también la súplica de los pueblos empobrecidos: ¡Si quieres, puedes limpiarme!, ¡Si quieres, puedes curarme!, ¡Si quieres, puedes quitar mi hambre!, ¡Si quieres, puedes salvarme!

¡Qué sencillo!, cuando vemos las dificultades en la que se ven envueltos algunos países, los conflictos, las guerras. Pensamos que son problemas de difícil solución, o al menos, conflictos dónde nosotros podemos hacer bien poco.

Pero las palabras del evangelio hablan de un simple acto de voluntad: si quieres.

Si quieres,  puedes averiguar el porqué de esos conflictos.

Si quieres,  puedes ahondar en la implicación que nuestros hábitos de vida tienen en estos conflictos.

Si quieres, puedes cambiar tu vida para que cambie la vida de otros.

Para muestra, un botón..........


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viernes, 10 de febrero de 2012

¿AYUNO VOLUNTARIO?

¡Qué suerte los que nos asomamos a esta página porque podemos ayunar voluntariamente!

Arranca así la campaña 53 de Manos Unidas, fraternizándonos desde nuestra hambre biológica con todos aquellos que no tienen que aguantarse el hambre porque el hambre los acompañan todos los días, desde el amanecer al anochecer; nacen con hambre, de padres hambrientos y mueren, con mucha suerte, siendo padres de hijos hambrientos.

Y nosotros, los de la sociedad del bienestar, un poco amenazada con la reciente crisis mundial, utilizamos la palabra hambre casi de forma literaria.

El hambre es un hecho cruel, que mata millones de personas cada día, en su mayoría niños, un hecho indigno, no para los que mueren, eso no es indignidad, sino asesinato. Es indigno para los que contemplamos pasivamente como mueren ellos para que nosotros tengamos “una vida mejor”, con más cosas que nos hagan “felices”, con más medios que acunen nuestros silencios, con más seguridad para que no nos molesten.

En fin, esta “humanidad de plástico”, a la que yo pertenezco, y que olvidó el significado de la palabra justicia, está dispuesta hoy, a sentir vergüenza por el hambre de otros, a pedirles perdón por haber nacido en un pueblo de la provincia de Huelva llamado Rociana y no en una aldea de África, llamada Chicomba, a la que irá a parar parte de lo que recaudemos en esta campaña.










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