martes, 22 de diciembre de 2009

La acción no debe ser una reacción sino una creación

No sé de quién es la frase, desconozco su autor, la he recibido como cierre de un correo electrónico, y me ha hecho pensar, reflexionar.
Se aproximan fechas de mucho movimiento, de mucha acción: las luces, el belén, el árbol, los adornos, las compras, los regalos, las felicitaciones, las comidas, las celebraciones, los encuentros, ….¿la Navidad?.
Reaccionamos ante todo lo que nos rodea: la publicidad, los amigos, la religión, la sociedad, la economía, la política. ¡Hay que estar alegres!, nos sintamos o no alegres; la alegría no depende de la fecha del año, sino de lo que desborda el corazón, y el corazón no se colmata sólo en Navidad o para Navidad, además el corazón no se colmata reaccionando: compramos regalos, preparamos cenas, quedamos con los amigos; ¡hay que quedar bien ante los demás!; el corazón rebosa creando y contemplando lo creado, como en el pasaje del Genésis: “vio Dios que era bueno”, se recrea Dios en la bondad de lo creado, de lo nacido, de lo trabajado.
Derrochamos tanto esfuerzo reaccionando: cuando los políticos hablan sin decir nada y tratamos de entender lo que dicen, para posicionarnos a favor o en contra; cuando analizamos los problemas de nuestro entorno solucionándolos de un plumazo en la distancia, sin que nos lleguemos a pringar; cuando hacemos nuestro el mensaje de los medios de comunicación sin pasarlo por el filtro de la razón, o del sentido común; cuando a la voz de la publicidad compramos los primero que se nos pone al alcance pensando que lo necesitamos. Que apenas nos queda tiempo para la creación: ¿cuál debe ser el voto de un ciudadano que piensa que ninguna de las opciones políticas están actuando correctamente?; si soy incapaz de ser sensible a la problemáticas de las personas que me rodean ¿Porqué juzgarlas?; las cosas que adquiero jamás me harán felices, la felicidad que añoro requiere trascendencia, requiere creación, requiere alumbramiento.
Decía el otro día D. Antonio en la homilía de la misa dominical, que el Adviento es como un embarazo. Durante este periodo y salvada la alegría de la noticia, todo son dudas, miedos, anhelos, incertidumbres, esperanza, hasta el momento del parto en que todo es explosión: la nueva vida genera bondad en sí misma.
El ejercicio de la caridad requiere de esa creación del alumbramiento, de la paciencia de ver crecer, del guardar en el corazón lo que no se entiende, de la actitud de servicio que lleva a María embarazada, a caminar durante horas para ir a ayudar a su prima Isabel; de no dejarnos llevar por la reacción y estar dispuestos, desde la justicia, a hacer de nuestra acción un gesto de creación.

Féliz Navidad, féliz nacimiento, féliz creación.


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